ESTA MAÑANA A LAS 11 SE CELEBRÓ LA MISA POR LA PAZ Y LA JUSTICIA EN EL SANTUARIO DE RIO BLANCO
PARTICIPÓ EL OBISPO DE HUMAHUACA, MONS,. FÉLIX PAREDES Y EL PÁRROCO DEL SANTUARIO,PBRO. GERMÁN MACCAGNO.
EN SU HOMILÍA EL OBISPO SEÑALÓ:
Queridos hermanos y hermanas:
Estamos reunidos hoy en este Santuario a los pies de la Madre del pueblo jujeño para pedir por el restablecimiento de la paz y el imperio de la justicia después de los difíciles momentos que nos tocó vivir en los últimos días. Atentos a los hechos ocurridos en Jujuy y en la hermana provincia del Chaco, los Obispos de la Argentina convocaron a todos los creyentes a que nos unamos fervientemente en la oración.
Nos decían en un comunicado el pasado miércoles: “En estos días, los argentinos volvemos a enfrentarnos bajo el signo de la violencia. Frente a estos hechos que nos acongojan, como pastores y como argentinos, hacemos nuestras las palabras de nuestro hermano obispo de Jujuy: Hay que construir puentes a recorrer para encontrarnos y no dinamitarlos… Todo se puede lograr con el diálogo y todo se pierde cuando la palabra cede el paso a la violencia. Es fatigoso el camino del diálogo, pero hay que transitarlo y escucharnos pacientemente haciendo lugar a las distintas voces de los actores de nuestra vida social”.
Agradecemos como pueblo y como Iglesia jujeña la solidaridad y la oración de nuestros hermanos. Y confiados en que si estamos abiertos al Señor, Él puede pacificar nuestros corazones, venimos a pedir hoy aquí por intercesión de nuestra Madre aquello que tanto deseamos: el restablecimiento de la justicia y la paz.
Deseamos que esta semana que comienza se puedan serenar los ánimos de todos nosotros para emprender el camino del reencuentro entre hermanos. Porque nos hemos descubierto divididos y enfrentados, incapaces de reconocernos como miembros todos de un mismo pueblo…
Han salido a la luz justos reclamos y postergaciones de diversos sectores de nuestra sociedad: docentes, trabajadores estatales y también el justo reclamo de inclusión y participación de nuestros pueblos originarios. Detrás de cada uno de ellos hay situaciones muy dolorosas e historias de vida y de lucha que nos tenemos que detener a contemplar y considerar.
El camino a transitar me parece que está hermosamente expresado en palabras del Papa Francisco en la Encíclica ‘Fratelli Tutti’ sobre la fraternidad y la amistad social:
“Acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse, buscar puntos de contacto, todo eso se resume en el verbo “dialogar”. Para encontrarnos y ayudarnos mutuamente necesitamos dialogar. No hace falta decir para qué sirve el diálogo. Me basta pensar qué sería el mundo sin ese diálogo paciente de tantas personas generosas que han mantenido unidas a familias y a comunidades. El diálogo persistente y corajudo no es noticia como los desencuentros y los conflictos, pero ayuda discretamente al mundo a vivir mejor, mucho más de lo que podamos darnos cuenta. ( Fratelli Tutti, 198).
Dejando atrás el tendal de piedras, ahora hay que sentarse pacientemente a construir la amistad social y la fraternidad entre todos nosotros. Hay que – como dice Francisco – acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse y buscar puntos de contacto. Si bien la primera responsabilidad en esta tarea la tienen los gobernantes, en este empeño debemos estar todos alineados. Todos viendo cómo construimos esos puentes que nos acercan y no dinamitamos los caminos que nos pueden acercar unos a otros.
La historia nos pone ante un desafío único: de este momento podemos salir fortalecidos o podemos ahondar las diferencias y las exclusiones. Nuestro pueblo, nuestra gente, todos nosotros tenemos enormes reservas interiores que pueden hacer posible este reencuentro entre nosotros y esta inclusión de aquellos que se sienten que han quedado fuera, inconsultos o ignorados.
Y debemos empezar por acercarnos para curar y sanar a los más débiles para sumarlos a la mesa familiar de la vida democrática, donde todos tenemos un lugar y nadie queda fuera.
Los argentinos deseamos vivir en paz y esperamos de quienes nos gobiernan y representan que pongan las bases, mediante acuerdos y políticas adecuadas, de un proyecto de desarrollo inclusivo que nos devuelva la esperanza de llegar a ser aquella gran Nación que soñaron nuestros próceres. El ejercicio de la buena política, la de grandes miras y horizontes, es la forma más elevada de la caridad y del amor. Ahora es el momento de jugarnos por remover todo aquello que nos impide encontrarnos y escucharnos para buscar juntos el bien común.
Y porque hemos venido a rezar a nuestra Madre, permítanme expresarle, en nombre de todos, los deseos que seguramente guardamos en nuestro corazón.
“Madre nuestra, madre del pueblo Jujeño. Vos te alzaste en este lugar en el comienzo de nuestra historia como signo de paz entre aquellos que estaban enfrentados. Recurrimos nuevamente a ti para pedirte ayuda. Necesitamos que nos ayudes a reconocernos como hermanos y a reconocer a Cristo en el más humilde de nuestros hermanos. Ponemos en tu corazón la necesidad del pan para la mesa de los pobres, la necesidad del salario justo y del trabajo digno para los que no lo tienen, la necesidad de amistad y fraternidad que nos está faltando entre nosotros, la necesidad del respeto a los derechos de quienes se sienten violentados, la necesidad del respeto y el cuidado de los legítimos intereses de los pueblos originarios y sumarnos a su amor tan grande por el cuidado de nuestra madre tierra. Madre: que nuestros niños no crezcan en una sociedad que se enfrenta entre gritos y desencuentros. Que vayan aprendiendo de nosotros, sus mayores, el arte del diálogo, del cuidar de los más débiles y el paciente y artesanal trabajo por la paz. Amén”
Tomemos ahora todos nosotros un momento en silencio para dejar en el corazón de nuestra Madre lo que tenemos guardado en el fondo de nuestro corazón.