El sábado 28 por la tarde y el domingo 29 por la mañana el obispo de jujuy dió por iniciado el año jubilar en la Diócesis de Jujuy.
EL SÁBADO POR LA TARDE ABRIÓ LA PUERTA SANTA EN EL Instituto Penitenciario Federal Ntra.Sra.del Rosario de Río Blanco y Paypaya- Unidad 8
ALLÍ SE ABRIÓ UNA PUERTA HERMOSAMENTE PREPARADA PARA LA OCASIÓN Y LOS RECLUSOS ENTRARON POR ESA PUERTA EN EL SALÓN-CAPILLA DEL INSTITUTO.
A LAS 20 DEL SÁBADO 28 EL OBISPO PRESIDIÓ SOLEMNEMENTE LA CELEBRACIÓN DEL INICIO DEL JUBILEO EN LA CATEDRAL BASÍLICA, CON GRAN CONCURSO DE PERSONAS.
LA CEREMONIA EMPEZÓ EN LA RECOVA DE LA CATEDRAL Y DESDE ALLÍ LOS FIELES SE DIRIGIERON AL TEMPLO CATEDRALICIO EN DONDE EL OBISPO PRESIDIÓ LA CELEBRACIÓN QUE FUE CONCELEBRADA POR VARIOS SACERDOTES.
LO PROPIO HIZO EL DOMINGO 29 EN EL SANTUARIO DE RIO BLANCO. LA CEREMONIA EMPEZÓ EN EL CARMELO DE RIO BLANCO EN DONDE SE PRENDIERON LOS CIRIOS Y SE LEYÓ PARTE DE LA BULA DE CONVOCATORIA.
LUEGO SE DIRIGIÓ TODO EL PUEBLO PRESENTE A LA PUERTA DEL SANTUARIO ,ADORNADA FINAMENTE PARA LA OCASIÓN Y ALLÍ SE ABRIÓ LA PUERTA Y SE ENTRÓ SIGUIENDO LA CRUZ QUE LLEVABA EL PÁRROCO.
VARIOS SACERDOTES PARTICIPARON CONCELEBRANDO LA SANTA MISA.
GRAN CANTIDAD DE FIELES PARTICIPARON DE ESTOS TRES EVENTOS DIOCESANOS INAUGURANDO ASÍ EL AÑO SANTO JUBILAR BAJO EL LEMA : PEREGRINOS DE LA ESPERANZA.
AQUÍ LA HOMILÍA DE OBISPO EN LA CATEDRAL:
FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA 2025
APERTURA DEL AÑO SANTO UNIVERSAL
Queridos hermanos y hermanas:
Hace unos pocos días hemos celebrado la Navidad del Señor, el Nacimiento del Hijo de Dios hecho hombre entre nosotros y nacido de María la Virgen en el portal de Belén. Un misterio tan humilde y sencillo como enorme de sentido: Dios se hace hombre para que el hombre llegue a ser hijo de Dios.
Y hasta el 6 de enero la Iglesia permanece en la contemplación de este misterio, como si no nos moviéramos del pesebre para poder contemplar y ahondar en el significado de este acontecimiento y poder gustar la enormidad de este amor que hizo bajar a Dios a nuestra tierra, a nuestra vida, para llenar nuestra vida de sentido y de esa esperanza que no defrauda.
En el niño indefenso de Belén, que casi es alcanzado por la espada de Herodes que dio muerte a todos los inocentes del lugar, contemplamos también nuestra pobreza e indefensión. Contemplamos la precariedad de nuestra vida y su absoluta fragilidad. En el Salmo 39 leemos la exclamación del orante que – puesto a contemplar el misterio de la vida – dice con absoluto realismo: “Señor, dame a conocer mi fin y cuál es la medida de mis días para que comprenda lo frágil que soy: no me diste más que un palmo de vida, y mi existencia es como nada ante ti. Ahí está el hombre: es tan sólo un soplo, pasa lo mismo que una sombra; se inquieta por cosas fugaces y atesora sin saber para quién. Y ahora, Señor, ¿qué esperanza me queda? Mi esperanza está puesta sólo en ti…” (S.39, 5-8).
“El misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado”, nos enseña el Concilio Vaticano II (Gaudium et Spes 22). Este misterio comienza a develarse cuando el Ángel de Belén anuncia a los pastores la alegría de la salvación: «Les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor» (Lc 2,10-11). Entre el asombro de los pobres y el canto de los ángeles, el cielo se abrió sobre la tierra; Dios se hizo uno de nosotros para hacernos como Él, descendió entre nosotros para elevarnos y llevarnos al abrazo del Padre.
Así nos señalaba el Papa Francisco en su homilía de la Nochebuena:
“Esta, hermanas y hermanos, es nuestra esperanza. Dios es el Emanuel, el “Dios con nosotros”. El infinitamente grande se hizo pequeño; la luz divina brilló entre las tinieblas del mundo, la gloria del cielo se asomó a la tierra. ¿Cómo? En la pequeñez de un Niño. Y si Dios viene, aun cuando nuestro corazón se asemeja a un pobre pesebre, entonces podemos decir: la esperanza no ha muerto, la esperanza está viva, y envuelve nuestra vida para siempre. La esperanza no defrauda”.
En la Noche buena de Roma del pasado 24 y hoy aquí en nuestra Catedral de Jujuy, con la apertura de la Puerta Santa damos inicio a un nuevo Jubileo. “Cada uno de nosotros puede entrar en el misterio de este anuncio de gracia. En esta noche, la puerta de la esperanza se ha abierto de par en par al mundo; en esta noche, Dios dice a cada uno: ¡también hay esperanza para mí y para vos! Hay esperanza para cada uno de nosotros”.
Con el anuncio del Año Santo el Papa nos invita a llevar la esperanza a todas las situaciones de nuestra vida, a traducir la esperanza en las distintas situaciones de la vida. “Porque la esperanza cristiana no es un final feliz que hay que esperar pasivamente, no es el final feliz de una película; es la promesa del Señor que hemos de acoger aquí y ahora, en esta tierra que sufre y que gime. Esta esperanza, por tanto, nos pide que no nos demoremos, que no nos dejemos llevar por la rutina, que no nos detengamos en la mediocridad y en la pereza; nos pide —diría san Agustín— que nos indignemos por las cosas que no están bien y que tengamos la valentía de cambiarlas; nos pide que nos hagamos peregrinos en busca de la verdad, soñadores incansables, mujeres y hombres que se dejan inquietar por el sueño de Dios; que es el sueño de un mundo nuevo, donde reinan la paz y la justicia”.
“La esperanza cristiana es precisamente ese “algo más” que nos impulsa a movernos “rápidamente”. A nosotros, discípulos del Señor, se nos pide que hallemos en Él nuestra mayor esperanza, para luego llevarla sin tardanza, como peregrinos de luz en las tinieblas del mundo.
Este es el Jubileo que se abre ante nosotros, este es el tiempo de la esperanza. Este nos invita a redescubrir la alegría del encuentro con el Señor, nos llama a la renovación espiritual y nos compromete en la transformación del mundo, para que este llegue a ser realmente un tiempo jubilar. Que llegue a serlo para nuestra madre tierra, desfigurada por la lógica del beneficio; que llegue a serlo para los países más pobres, abrumados por deudas injustas; que llegue a serlo para todos aquellos que son prisioneros de viejas y nuevas esclavitudes.
Todos nosotros tenemos el don y la tarea de llevar esperanza allí donde se ha perdido; allí donde la vida está herida, en las expectativas traicionadas, en los sueños rotos, en los fracasos que destrozan el corazón; en el cansancio de quien no puede más, en la soledad amarga de quien se siente derrotado, en el sufrimiento que devasta el alma; en los días largos y vacíos de los presos, en las habitaciones estrechas y frías de los pobres, en los lugares profanados por la guerra y la violencia. Llevar esperanza allí, sembrar esperanza allí.
El Jubileo se abre para que a todos les sea dada la esperanza, la esperanza del Evangelio, la esperanza del amor, la esperanza del perdón.
En esta noche y a lo largo de todo el año, la “puerta santa” del corazón de Dios se abre para cada uno de nosotros. Jesús, Dios con nosotros, nace para vos, para mí, para nosotros, para todo hombre y mujer. Y con Él florece la alegría, con Él la vida cambia, con Él la esperanza no defrauda”.
Que María y José “peregrinos de esperanza” nos regalen el tesoro del Padre que custodian con su amor para que sea Jesucristo entre nosotros la “esperanza que no defrauda” Que así sea.
GALERÍA DE FOTOS:
EN RIO BLANCO:
EN LA CÁRCEL:
EN LA CATEDRAL