HOMILIA 9 DE JULIO 2023
“Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios”
Queridos hermanos y hermanas:
La celebración del aniversario de la Declaración de nuestra Independencia nos reúne hoy en este Templo para agradecer y pedir por nuestra Patria y por nuestra querida Provincia.
Mirando al pasado, agradecemos a aquellos que nos dieron “patria” con sus gestos, con su arrojo, con la entrega de sus vidas muchos de ellos. Nosotros recordamos y honramos a Don Teodoro Sanchez de Bustamante, diputado por Jujuy al Congreso de Tucumán, entre los gestores de la histórica declaración de la Independencia.
Ahora, mirando nuestro presente, en las circunstancias actuales que vivimos los argentinos de tanto deterioro económico – social y de tanto desencuentro siento que experimentamos un gran desafío. “Recuperar la pertenencia a la Patria. Buscar aquellas luces profundas que están en nuestras raíces para poder recuperar sentido y construir juntos una comunidad que defienda la vida y el interés de todos, no dejando a nadie afuera” cf Ojea. Semana social 2023.
Como Provincia estamos también viviendo una coyuntura muy difícil. Inmersos en el contexto nacional que nos encuadra, constatamos que los argentinos en estos 40 años que llevamos de democracia felizmente recuperada – entre otros déficit que tenemos – está el hecho de que no hemos aprendido a escucharnos. Hace unos pocos días en la Semana Social de Mar del Plata, el Presidente del Episcopado, Mons. Ojea nos decía: “Escuchar es algo decisivo por ser una de las necesidades mayores que experimenta el ser humano, el deseo ilimitado de ser escuchado. No debemos predeterminar lo que vamos a oír. De alguna manera estamos indefensos ante su llegada. Solamente no queriendo escuchar o haciéndonos los sordos sería posible evitar la escucha. Para escuchar bien, tengo que hacer un cierto vacío dentro de mí mismo y disponerme a recibir para acoger lo que dice el otro sin escucharme a mí mismo. Sin deformar lo que me dice. Sin pretender poseer y controlar. Nosotros estamos acostumbrados a escuchar lo que queremos oír. A escuchar solo lo que confirma nuestros pensamientos y nuestras emociones, esto nos pasa frecuentemente cuando escuchamos algunos medios de comunicación y no otros, lo que nos detiene puramente en un pensamiento emocional. Escuchamos solo a aquellos con quienes tenemos afinidad y nos cerramos a otras voces. No hay escucha sin esperanza. Sin aguardar algo del otro a quien escucho. Y este paso es fundamental para poder dialogar. Sin escucha no hay dialogo posible”.
Este ejercicio de la escucha y del diálogo, que todos coincidimos que es indispensable, se ha puesto a prueba y nos desafía en estos momentos tan dolorosos y angustiantes que estamos viviendo últimamente en nuestra Provincia.
Desde este humilde atril de la Iglesia y con la sola intención de servir al bien común, me permito pedir a todos nosotros que no abandonemos nunca este camino de la paciente escucha para resolver nuestros problemas. Que tengamos fortaleza para escuchar aunque a veces nos duela o nos hiera aquello que nos dicen. Que no nos desanimemos porque el camino a recorrer parece ser bastante largo y no se avizoran a corto plazo los resultados tan deseados por todos. La construcción de la paz estable y duradera, sobre la base de la justicia no es tarea que se define y resuelve de un día para el otro. Es la lenta y laboriosa y es de hoy, de mañana y de siempre, de cada día…
Jesús llamó en el Evangelio felices a los que trabajan por la paz porque serán llamados hijos de Dios. De un Dios que al hacernos sus hijos y hermanos entre nosotros puso las bases de la fraternidad universal. Fraternidad que dice pertenencia a una misma familia y que nos remite a los lazos profundos que nos vinculan a unos con otros más allá de nuestras legítimas diferencias. No dejemos de poner nada de nuestra parte – gobernantes y gobernados – para mirarnos y reconocernos como hermanos, capaces de hacer fraternidad desde el reconocimiento mutuo de nuestras personas y de nuestros valores, construyendo esa paz duradera que tiene como base el imperio de la justicia y el reconocimiento y promoción de los derechos de todas las personas, particularmente de aquellos que son los más pobres y excluidos.
Los argentinos y los jujeños deseamos vivir en paz y deseamos que quienes nos representan trabajen para poner las bases, mediante acuerdos y políticas justas y adecuadas, de un contrato social donde estén contemplados los mejores deseos de desarrollo y de inclusión de todos los que habitamos en nuestra querida Provincia y particularmente velemos por las justas reivindicaciones de nuestros pueblos originarios, muchas de las cuales hemos escuchado en estos días, y seguramente deberemos seguir escuchando y resolviendo junto con ellos pacientemente día a día.
Tarea difícil es la de la política que debe llevar adelante los medios para alcanzar nuestros sueños. Por eso, el ejercicio de la buena política, la de grandes miras y horizontes, es la forma más elevada de la caridad y del amor. En estas circunstancias tan difíciles los invito y me invito a mí mismo en el ejercicio de nuestras responsabilidades, a dar ese buen ejemplo de grandeza de mente y corazón, que anime a todos para la construcción de una patria más justa e inclusiva donde todos encontremos el espacio que nos merecemos para desarrollarnos como personas.
Dios nos ayudará seguramente para toda obra buena que queramos realizar en la pacificación de los ánimos de todos. Que nuestra Madre del Rosario de Rio Blanco y Paypaya nos cuide y cobije a todos bajo su manto. Que así sea.
+ César Daniel Fernández
Obispo de Jujuy