COMO CADA 8 DE DICIEMBRE, SAN ANTONIO CELEBRÓ SU FIESTA PATRONAL
Tradicionalmente en cada pueblo estas fiestas incluyen celebraciones, procesión, desfile serenatas entre otras actividades.
Al ver las fotos uno puede vislumbrar, la fe, la devoción, la alegría, entre otras cosas. Pero hay una cosa que las imágenes jamás alcanzarán a reflejar: “la procesión que va por dentro”.
Por eso acompañar las fiestas patronales no es solo cuestión de “que lindo”, que contenta la gente, que devoción. Es mucho más profundo que eso, es una invitación especial que nos brinda el Señor para dejar que se transforme nuestro corazón, hacer un verdadero cambio; son oportunidades de tomar un impulso a través de su gracia, para ir hacia aquello que tanto nos cuesta, con un corazón generoso.
Eso implica abrirnos a mirar más allá de lo que en apariencia ven nuestros ojos. Es no estar distraídos con lo “bonito” de afuera, sino que nuestro interior este atento, pueda comprender y acercarse cada vez con mayor compromiso al misterio de nuestra fe.
La Virgen verdaderamente ha derramado su gracia en su día; quien escribe este texto puede dar testimonio de ello.
“HE CONOCIDO EL AMOR QUE DIOS ME TIENE Y HE CREIDO EN ÉL …” (Cf. 1 Jn 4, 16a)