LA CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA ACABA DE PUBLICAR UNA CELEBRACIÓN FAMILIAR DE LA PALABRA DE DIOS PARA HACER EN CASA ESTE DOMINGO.
AQUÍ EL TEXTO:
CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA
Secretariado Nacional de Liturgia
CELEBRAR Y ORAR EN TIEMPO DE
PANDEMIA
Celebración familiar para el IV Domingo de
Cuaresma – 22 de Marzo de 2020
Preparar antes de la celebración:
- Un lugar cómodo que permita el recogimiento y la oración
familiar. - Un pequeño altar con los elementos que a la familia le son
significativos: un mantel, una vela encendida, una cruz, la
imagen de la Virgen María, etc. - Una Biblia desde la cual se proclamará el evangelio.
Iniciamos la celebración
Ya reunida la familia en torno a la Palabra de Dios, el
adulto que guía la celebración (G) comienza diciendo: - G: En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Familia, bendigamos al Señor, que en su bondad nos invita
a compartir la mesa de su Palabra.
Todos responden:
Bendito sea Dios, por los siglos.
Y continúa:
Todos nosotros queremos crecer como cristianos y vivir el
evangelio, pero no siempre nuestras palabras,
sentimientos, obras y pensamientos son buenos. Por eso,
reconozcamos ahora la misericordia infinita que en la cruz
nos perdonó.
Tú, que has cargado sobre ti nuestros sufrimientos y has
llevado nuestros dolores: Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.
Tú, que en tu bondad hacia todos has pasado haciendo el
bien y sanando a los enfermos: Cristo, ten piedad.
Todos: Cristo, ten piedad.
Tú, que has dicho a tus apóstoles que impongan las manos
sobre los enfermos: Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
Todos: Amén. - Escuchamos la Palabra
Habiendo marcado previamente el texto que se escuchará y
puestos todos de pie, alguien toma la Biblia del altar familiar y
proclama el evangelio de este domingo: Juan 9, 1-41. También
se puede proclamar la versión más breve del evangelio: Juan 9, - 6-9. 13-17. 34-38 que transcribimos aquí abajo distribuyendo
los personajes entre los distintos miembros de la familia.
Del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Juan
Lector 1: Jesús, al pasar, vio a un hombre ciego de
nacimiento. Escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y
lo puso sobre los ojos del ciego, diciéndole:
Jesús: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé»,
Lector 1: que significa «Enviado.» El ciego fue, se lavó y,
al regresar, ya veía. Los vecinos y los que antes lo habían
visto mendigar, se preguntaban:
Lector 2: «¿No es este el que se sentaba a pedir limosna?»
Lector 1: Unos opinaban:
Lector 2: «Es el mismo.»
Lector 1: Otros respondían
Lector 2: «No, es uno que se le parece.»
Lector 1: Él decía:
Ciego curado: «Soy realmente yo.»
Lector 1: El que había sido ciego fue llevado ante los
fariseos. Era sábado cuando Jesús hizo barro y le abrió los
ojos. Los fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había
llegado a ver. El les respondió:
Ciego curado: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé y
veo.»
Lector 1: Algunos fariseos decían:
Lector 2: «Ese hombre no viene de Dios, porque no
observa el sábado.»
Lector 1: Otros replicaban:
Lector 2: «¿Cómo un pecador puede hacer semejantes
signos?»
Lector 1: Y se produjo una división entre ellos. Entonces
dijeron nuevamente al ciego:
Lector 2: «Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos?»
Lector 1: El hombre respondió:
Ciego curado: «Es un profeta.»
Lector 1: Ellos le respondieron:
Lector 2: «Tú naciste lleno de pecado, y ¿quieres darnos
lecciones?»
Lector 1: Y lo echaron. Jesús se enteró de que lo habían
echado y, al encontrarlo, le preguntó:
Jesús: «¿Crees en el Hijo del hombre?»
Lector 1: Él respondió:
Ciego curado: «¿Quién es, Señor, para que crea en él?»
Lector 1: Jesús le dijo:
Jesús: «Tú lo has visto: es el que te está hablando.»
Lector 1: Entonces él exclamó:
Ciego curado: Creo, Señor»,
Lector 1: y se postró ante él.
Lector 1: Palabra del Señor
Reflexionamos en familia
Se puede hacer una reconstrucción del evangelio, con preguntas
para dialogar en familia.
Además, puede leerse la siguiente reflexión:
El Evangelio de este domingo es parte de las catequesis
bautismales de Cuaresma (el domingo anterior Jesús nos
ofrecía el “Agua Viva”). Hoy se nos presenta como la “Luz
del mundo”.
Con gran maestría el evangelista Juan nos plantea una
paradoja: los que aparentemente ven en realidad están
ciegos y el ciego termina siendo el que “ve”.
La curación de Jesús del ciego va más allá de devolverle la
visión. Lo curó dándole una luz especial: la luz de la fe.
Jesús se enfrenta al fariseísmo una vez más, aquellos
atrapados en concepciones erróneas del pecado y sus
consecuencias, de su manera de interpretar la Ley y los
Profetas, de su ceguera que los lleva a detenerse en
detalles y no ver las maravillas que Dios estaba obrando en
los pequeños y débiles.
Pero en el contexto de la Cuaresma este texto tendría que
servirnos para algo más que criticar a los fariseos.
Hemos sido iluminados con la Luz de la fe. Podríamos
reflexionar cómo está nuestra fe en estos tiempos en que la
necesitamos más que nunca.
Podríamos plantearnos si nuestra fe es un mero cumplir
por costumbre; algo que vivimos por tradición familiar o
cultural.
O, por el contrario, plantearnos si nuestra fe:
-es un encuentro personal con Dios que venido a para
hacer una alianza con cada uno de nosotros.
-es realmente una respuesta, una entrega, una adhesión
al Dios de Jesucristo.
-es una opción fundamental por el Evangelio.
-es un compromiso capaz de orientar toda nuestra vida,
mente, corazón y conducta al estilo de Jesús.
Si nuestra fe es así entonces será un nuevo modo de ver y
entender la vida, el mundo, la humanidad, las relaciones
humanas, el amor, el trabajo, el éxito y el fracaso, el
sufrimiento y la muerte.
En estos tiempos tan difíciles es cuando aparecerá lo que
somos o no somos; aparecerá el valor de nuestras
convicciones.
Pidamos al Señor una fe grande, fuerte, valiente, para estar
a la altura de lo que Dios nos pide, siendo testigos de
Cristo acompañando a tantos hermanos que sufren. Que la
Virgen nuestra madre nos sostenga, proteja e interceda por
todos nosotros.
Confesamos nuestra fe
G: En estos momentos que vivimos frente a la pandemia,
nosotros podemos sentirnos también un poco angustiados
y con cierto temor. Pero Jesús se nos acerca, como hizo
con aquel hombre, y «nos abre los ojos» para que la luz se
encienda en nuestra vida y podamos «ver» lo que a veces
se nos oculta detrás de nuestros miedos. La fe nos abre los
ojos. Digámosle a Jesús como aquel hombre: «Creo,
Señor»
Alguno de los presentes va proponiendo las fórmulas de fe, a las
que todos responden.
Lector: En Dios Padre, creador del cielo y de la tierra…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de Santa María Virgen…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En Jesucristo, que padeció bajo el poder de Poncio
Pilato fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los
infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En Jesucristo, que subió a los cielos
y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso, y
que desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos, el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne y la vida eterna…
Todos: «Creo, Señor»
Presentemos nuestra oración
G: El Señor Jesús nos ha revelado al Padre como amor sin
medida. Por eso, elevemos a él nuestras oraciones, que
escuchará con amor. Digamos: «Escúchanos, Señor»
Alguno de los presentes va proponiendo las intenciones para
presentar al Señor.
Lector:
Para que la Iglesia sepa ser «luz del mundo», dando
siempre testimonio de confianza en Dios y en su
amor. Oremos.
Para que aquellos que gobiernan las naciones sepan
discernir los mejores caminos para promover la
dignidad de cada hombre, especialmente de los más
pobres y necesitados, en este tiempo de crisis en el
cual la tentación del descarte se hace sentir, Oremos.
Por todos aquellos que son golpeados por el virus y por
cualquier enfermedad, para que encuentren consuelo
en la Palabra del Evangelio y, en la cercanía cordial
del personal médico, un signo del amor de Dios.
Oremos.
Por nosotros, para que, aunque no podamos participar por
ahora de la Eucaristía, sigamos esparciendo las
semillas de la Palabra entre nosotros y entre
aquellos con quienes nos comuniquemos. Oremos.
Quien lo desee, puede agregar intenciones.
Después, quien anima la oración, dice:
Concluyamos nuestra celebración en familia, diciendo
juntos la oración que Jesús enseñó a los apóstoles: Padre
Nuestro…
G: Oremos.
Señor, Padre misericordioso, conduce hacia ti nuestros
ojos, ojos tantas veces agobiados, incapaces de mirar con
profundidad.
Envía sobre nosotros tu Espíritu Santo para que,
iluminados por la luz de tu amor y consolados por
sabernos cuidados por ti, contemplemos al mundo, a los
enfermos y a nosotros mismos, con tu mirada llena de
ternura.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Pedimos a Dios su bendición
Quien anima la oración, invocando la bendición de Dios, y
santiguándose, dice:
El Señor nos bendiga, nos defienda de todo mal
y nos lleve a la Vida eterna.
O bien:
Que nos bendiga y nos custodie el Señor omnipotente y
misericordioso, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Y todos responden:
Amén. - Una vez que se ha pedido la bendición de Dios, la familia puede
realizar alguna de las siguientes oraciones, preparadas
especialmente para este tiempo de pandemia. - Invocación del Papa Francisco a San José
- Protege, Santo Custodio, este país nuestro.
Ilumina a los responsables del bien común,
para que ellos sepan -como tú- cuidar a las personas
a quienes se les confía su responsabilidad.
Da la inteligencia de la ciencia
a quienes buscan los medios adecuados para la salud
y el bienestar físico de los hermanos.
Apoya a quienes se sacrifican por los necesitados:
los voluntarios, enfermeros, médicos, que están a la
vanguardia del tratamiento de los enfermos, incluso a costa
de su propia seguridad.
Bendice, San José, la Iglesia:
a partir de sus ministros, conviértela en un signo
e instrumento de tu luz y tu bondad.
Acompaña, San José, a las familias:
con tu silencio de oración, construye armonía entre padres
e hijos, especialmente en los más pequeños.
Preserva a los ancianos de la soledad:
asegura que ninguno sea dejado en la desesperación
por el abandono y el desánimo.
Consuela a los más frágiles, alienta a los que flaquean,
intercede por los pobres.
Con la Virgen Madre, suplica al Señor que libere al mundo
de cualquier forma de pandemia. Amén. - Invocación a la protección del San José Gabriel del
Rosario Brochero - Señor, de quien procede todo don perfecto,
Tú esclareciste a San José Gabriel del Rosario,
por su celo misionero, su predicación evangélica
y su vida pobre y entregada;
concede con su intercesión, la gracia que te pedimos:
por su entrega en la asistencia de los enfermos y
moribundos de la epidemia de cólera
que azotó a la ciudad de Córdoba,
te pedimos por nuestra Patria y el mundo entero,
líbranos de la actual pandemia y de todo mal.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén